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La química es fundamental en nuestras vidas y además, muy natural. Entonces, ¿por qué cada vez que decimos que un producto “es químico” nos referimos a que es perjudicial para nuestra salud? Esta es una de las muchas incorrecciones que cometemos al usar palabras relacionadas con el mundo científico.

Seguramente el mote química es el más perjudicado en esta pérdida del sentido original de estos términos científicos. Aunque otras palabras como natural, orgánico, toxina o hasta biológico también son víctimas de este común cambio de sentido.

Últimamente oímos por todos lados que la comida orgánica se ha puesto de moda. Rápidamente nos vienen a la cabeza alimentos producidos mediante técnicas respetuosas con el medio ambiente y es que hasta la Unión Europea impide etiquetar los alimentos como orgánicos si no siguen unas determinadas normas. Pero en un sentido estricto todo lo que comemos es orgánico, ya que contiene carbono e hidrógeno.

Biológico es el otro término que se vio afectado cuando en 2005 la UE prohibió la utilización de los prefijos bio, eco y las palabras orgánico, biológico y ecológico en el etiquetado de los alimentos que no seguían con las directrices europeas para este tipo de alimentación. ¿Y qué significa biológico en realidad? Pues simplemente que el alimento ha estado vivo.

Algo similar sucede con la palabra natural, por definición algo “natural” es cualquier producto que proviene de la naturaleza. Y no por eso es sinónimo de saludable o bueno, hay mil productos totalmente naturales y que no encajan con la acepción más normalizada del término. ¿O a caso las setas venenosas o el arsénico no son naturales? Pero seguramente nunca se les definiría como un producto saludable.

Por último las toxinas, según miles de revistas y artículos son esas substancias que dañan nuestro cuerpo. Pero es conveniente saber que no todo lo que se etiqueta como toxina, como por ejemplo el alcohol o el azúcar, lo es ya que se trata de una sustancia venenosa que produce cualquier ser vivo.