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Si salimos un día a la calle a preguntar qué es el Helio o para qué lo utilizamos, seguramente la respuesta más recurrente será “para inflar globos”.

Y sí, es cierto, una de sus propiedades es ésta, aunque no la más útil. La realidad es que este gas inerte tiene unas utilidades mucho más determinantes en nuestro día a día que ser el protagonista en las últimas tendencias de decoración de fiestas. Y es que encontramos en el helio uno de los elementos más importantes para la ciencia.

A más de 150 años de su descubrimiento, este gas tiene nombre gracias a dos astrónomos; Pierre Jules Cesar Janssen, que fue quien observó por primera vez, durante un eclipse solar allá por el año 1868, una línea de color amarillento sobre el cielo y dejó registrado tal acontecimiento. Y, años más tarde, fue el astrónomo Joseph Norman Lockyer, quien, observando el mismo eclipse, entendió que se trataba de algo producido por un nuevo elemento químico. Y fue justamente Lockyer quien le atribuyó el nombre de helio.

Si profundizamos en el concepto, se trata de un gas noble muy “in”: incoloro, inodoro, inerte y muy ligero (el más ligero después del hidrógeno).  Estamos, ante un gas que no reacciona frente a otras sustancias. Un gas ligero y más fluido que otros gases. Estas y otras características hacen del helio un gas polivalente.

Entre sus usos, el recurrente elevador de globos. Pero también cabe destacar su uso en diferentes sectores: en la industria espacial, para llevar a cabo la manutención de partes de satélites o para conseguir el enfriamiento del oxígeno líquido e hidrógeno que alimentaba las naves espaciales Apolo.

Otro de los sectores que necesitan el helio para su desarrollo es el buceo; el helio es utilizado por los buzos mezclándolo con un 20% de oxígeno. Se utiliza como sustitutivo del nitrógeno durante las inmersiones profundas para reducir, de esta manera, los efectos de la narcosis.

En el día a día del comercio, por ejemplo, los lectores de códigos de barras que vemos constantemente en supermercados están formados por helio y neón.

Estamos, por lo tanto, ante un gas con múltiples usos que, paradójicamente, aun siendo el segundo elemento más abundante del universo, en la Tierra es un bien escaso.

Y más allá de estos usos, seguramente una de las propiedades más “divertida” (y a la vez peligrosa) es la capacidad que tiene de agudizar la voz.

¿Y cuál es la razón de este fenómeno? ¿por qué nuestras cuerdas bocales reaccionan de esta manera tan peculiar ante la inhalación de helio?

Seguramente alguna vez en la vida habéis probado o habéis visto el efecto que tiene el helio en la voz cuando lo inhalamos. El efecto de agudizar nuestra voz provocando situaciones de los más cómicas. Esto es debido a que, al inhalar helio, y como consecuencia de su baja densidad, provoca que las cuerdas vocales puedan vibrar a mayor frecuencia, ya que tienen menor resistencia que superar y la velocidad del sonido en el helio es más de dos veces y media mayor que en el aire.

Normalmente el sonido viaja a unos 344 metros por segundo a través del aire, mientras que por el helio viaja a unos 927 metros por segundo.

De pitufos a ogros

Si bien resulta divertido escuchar la voz aguda salir de un cuerpo adulto, no menos divertido resulta transformar esta voz en sonidos graves. Como si de un ogro se tratara, el hexafluoruro de azufre provoca al inhalarlo este efecto en nuestra voz.

Como el helio, el hexafluoruro de azufre es también un gas inodoro, insípido e incoloro, pero tienen una densidad muy diferente a la del aire. El helio, gas noble muy ligero (tiene una densidad de 0,178 g/l), por lo que su tendencia es a ascender. Por contra, el hexafluoruro está formado por moléculas complejas y pesadas que le hacen tener una densidad elevada de 6,17 g/l.

Estas propiedades provocan que, ante la inhalación de este gas, nuestras cuerdas vocales tengan que realizar un esfuerzo suplementario y, por lo tanto, vibran menos, obteniendo por ello la característica voz grave.

No todo es tan gracioso

Estamos de acuerdo que la clave para conseguir el efecto vocal deseado está en inundar nuestras cuerdas vocales de gas y, colateralmente, nuestros pulmones y tráquea.

Por tanto, cuando hacemos la gracia de absorber uno u otro gas, lo que estamos haciendo es sustituir el aire por otra sustancia gaseosa que, por mucho que no sea tóxica, no deja de ser un gas que no es respirable por nuestras células.

De hecho, si lo habéis probado alguna vez, seguramente habréis experimentado un ligero mareo, mareo que no es más que el primer aviso del cuerpo ante la falta de oxígeno.

Por lo tanto, experimentar con este tipo de gases puede llegar a ser no tan divertido. Por lo que la mejor recomendación es la precaución, o bien hacerte una simple consideración; ¿oxígeno o helio?, tú decides.