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Cicuta, arsénico, cianuro… múltiples son los venenos que existen y han sido usado por las personas para asesinar o suicidarse. La literatura está llena de historias, más o menos reales, que exponen los efectos y las muertes de los envenenados.

Posiblemente uno de los más tristemente conocidos sea el cianuro, el veneno usado como arma química por parte de los nazis en los campos de exterminio. Aunque durante la II Guerra Mundial fue utilizado en su forma gaseosa, su ingestión en forma sólida también causa la muerte, que puede alargarse hasta una hora.

Convulsiones, quemazón interna, ahogo, ritmo cardíaco más rápido, respiración superficial y piel fría y húmeda son algunas de las sensaciones que experimentan los envenenados y que en la mayoría de casos acaban desembocando en un paro respiratorio. Sus íntomas hacen que la muerte por cianuro sea una de las más dolorosas.

Pero si hablamos de venenos famosos, el arsénico es el rey. Multitud de personajes conocidos de la historia han perecido por culpa de este semimetal que es famoso por poder camuflarse con productos cotidianos como el azúcar y por ser inodoro y soluble. Su uso estuvo tan extendido que se calcula que un 75% de las muertes por envenenamiento en Francia entre 1830 y 1840 fueron causadas por el arsénico.

Napoleón pudo ser uno de los envenenados más famosos, pero fueron los Borgia y los Medici quienes dispusieron de este veneno de forma más habitual para acabar con muchos de sus enemigos. Eso sin olvidar de su papel en la literatura, con el suicidio de Madame Bovary, entre otros.

Pero si el arsénico tuvo su época más popular hacia el 1800, la cicuta vivió su momento de gloria durante la época griega. Sócrates, condenado a suicidarse, murió a manos de una infusión de esta planta. Con su horrible olor, la cicuta es un vegetal fácil de reconocer y con un tamaño impresionante, ya que puede llegar a medir hasta dos metros.