Las lágrimas son un fluido biológico que se produce en los ojos para mantenerlos lubricados y protegidos. La composición química de estas puede variar en función de varios factores, como las emociones, la presencia de irritantes, la fatiga visual y otros factores ambientales. Así pues, podemos afirmar que nuestras lágrimas son diferentes cuando lloramos de pena o cuando cortamos cebolla.

Existen tres tipos principales de lágrimas, cada uno con su propia composición química y función:

Lágrimas Basales: Estas son lágrimas constantes que mantienen los ojos lubricados y protegidos de manera habitual. Tienen una composición química básica, principalmente compuesta por agua, sales minerales y algunas proteínas.

Lágrimas Reflejas: Estas lágrimas se producen en respuesta a irritantes externos, como polvo, humo, vapores o incluso cebolla picada. Tienen una mayor concentración de anticuerpos y enzimas que ayudan a combatir las bacterias y otros microorganismos que puedan ingresar en los ojos.

Lágrimas Emocionales: Estas son las lágrimas que se producen en respuesta a emociones intensas, como la tristeza, la felicidad, el estrés o la risa. Se ha descubierto que las lágrimas emocionales contienen mayores niveles de proteínas relacionadas con el estrés, como el factor de crecimiento nervioso y la prolactina. Además, las lágrimas emocionales también pueden contener hormonas y neurotransmisores, como la adrenalina y la leu-encefalina. Estas sustancias químicas pueden influir en la forma en que las lágrimas interactúan con el cuerpo y pueden tener un impacto en el estado emocional y la respuesta del individuo a las situaciones.

La idea de que las lágrimas emocionales tienen una composición química única en comparación con las lágrimas basales o reflejas muestra cómo el cuerpo humano responde de manera compleja a las emociones y cómo estas respuestas pueden tener implicaciones químicas y fisiológicas.